Fiesta en esta región se inicia a fines de enero y termina en abril. Los visitantes disfrutan de danzas típicas y de rituales ancestrales.
La fiesta de carnavales en Jauja es cosa seria. Más allá del nutrido calendario religioso de esta región, las celebraciones del carnaval se han vuelto toda una tradición que involucra a los padrinos y madrinas de la fiesta, a las autoridades y, especialmente, al pueblo.
Todo empieza con la fiesta de Julcán, a fines de enero, y termina a mediados
de abril. Casi tres meses de celebraciones, rituales y música convierten este carnaval en todo un acontecimiento para los jaujinos.
Aunque las fiestas se multiplican de acuerdo con cada barrio y cada anexo, en todos hay un denominador común, una celebración que por antigüedad y colorido es, de lejos, la más representativa. Nos referimos, claro, al cortamonte.
SUMA DE TRADICIONESNo es una fiesta cualquiera. Hombres y mujeres se visten con los trajes más elegantes (ellas, con sus vestidos de colores; ellos, con sus pañuelos de seda), sabiendo que entre la serpentina y el talco perfumado se prenderá la chispa de una celebración que puede durar hasta altas horas de la noche a pesar del frío, a pesar del sueño y a pesar de todo: total, son los carnavales.
El cortamonte se inicia con la llamada traída del monte, que incluye una serie de costumbres como el “manshu”, una especie de castigo simbólico para quienes no lleven puesta la indumentaria que exige la ocasión.
Luego viene el llamado “talipay”, un encuentro entre hombres y mujeres que forman bandos para jugar con el talco perfumado (que, por cierto, es un ingrediente indispensable de los carnavales jaujinos). En este momento, la reunión ya se vuelve más amena, aunque todos saben que la fiesta no terminará sino muchas horas después.
En medio de la fiesta se realiza el “shacteo”, que no es sino un reparador refrigerio que ofrecen las madrinas del carnaval a quienes las acompañan.
Durante toda la fiesta, eso sí, el oído atento del visitante escuchará las orquestas típicas de la región, con sus arpas, clarinetes y violines. Ellos marcan, de alguna manera, el ritmo de los acontecimientos.
Otro capítulo imperdible de esta fiesta es el carnaval marqueño, que se celebra en el distrito de Marco y que se caracteriza por sus más de diez grupos de danza. Lo que distingue el carnaval marqueño es aquel momento de la celebración en el que un grupo de divertidas mujeres revela lo que se esconde bajo sus negras faldas y una seguidilla de fustanes confeccionados todos a mano. Ahí, en un morral cuidadosamente tejido, cada una de ellas esconde un puñado de hojas de coca y cigarrillos.
Todo termina en regalos. De pronto, el olor de la hoja se mezcla con el de los cigarrillos. A eso se suma la música, y a la música se suman las voces, los cantos y la alegría de un pueblo que no deja pasar un solo año sin celebrar su carnaval.
En algunas regiones andinas, como Jauja, el carnaval no solo es una fiesta: es un patrimonio.
MÁS DATOSDe acuerdo con la cantidad de participantes, en una fiesta de cortamonte se pueden utilizar entre 5 y 15 árboles.
Los árboles son de diferentes especies nativas de la región. Por lo general, se utilizan pinos y eucaliptos.
Los cortamontes más conocidos en la región son los de los barrios de Huarancayo, La Libertad y La Salud, y, específicamente, del anexo de Huasquicha.
También destacan los de los barrios de Samaritana, El Porvenir, Motto Vivanco, Cruz de Espinas y Huacllas.
Fuente: Raúl MayoCortamonte en Jauja